viernes, 3 de junio de 2011

LA DICHA




            Duró el banquete hasta la madrugada,
dormí contigo, soñé contigo,
y aunque era lo mismo
que soñar conmigo,
que dormir conmigo,
la dulzura especial,
reduplicándose,
me quemó la garganta.

         Amanecí, pues, ronca,
de tanto paladeo de palabras,
con tanto palabreo y chapoteo
con tanto parloteo,
y gorgoteo,
de tanta agua viva
amanecí resfriada.

         Y tuve, así, que apaciguarme,
alinearme el tren,
sedarme,
reunirme los pájaros,
corriendo a desbandada,
esos chiflados colibríes nupciales,
parpadeantes,
punzantes,
inyectándome el morbo,
la ponzoña, la miel...

         Tuve que medicarme
y ordenarme
con una cucharada de rutina,
casa,
jardín,
cocina.

También la dicha mata.



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