jueves, 2 de junio de 2011

Fogón


         ¿Era una fragua o una hoguera,
una matriz, un crisol rojo,
un inmenso rescoldo
para cocer tortillas?
        
         ¿Fabricaban ceniza,
forjaban azadones,
templaban al candor algún acero,
asaban puercos,
o qué hacían
con ese cúmulo de brasas?

         ¿Alguna  enorme bestia entraba
a las fauces  del fuego
en holocausto?
¿Y a qué dioses?

         Había tanta llama
como para creer en el amor eterno,
y calentar todos los huérfanos
que tiritan de frío
a lo largo de Chile,
o caldear mi corazón de ánima.

         De los que allí estuvimos
todos hemos muerto,
menos el Adelantado,
y él no  podrá ayudarme
a recordar, si sabía,
porque quedó  varado
en otro tiempo,
atrapado
en el mar  de sargazos de su gran poesía.

         No hay a quién preguntarle
qué era
esa caldera,
ni quienes eran
las amables personas
que nos dieron  su vino.
Sé que era invierno
y que llevaban mantas,
y que soplaron todo el encendido
cristal
fundido que me abriga adentro.

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